miércoles, 5 de agosto de 2015

Sororidad o solidaridad?

Hoy me propongo escribir sobre un tema espinoso. Como ocurre a menudo, la voz de la prudencia me grita que mejor elija otro, y como de costumbre, no le voy a hacer caso porque, ¿qué gracia tendría limitarnos a lo polícamente correcto?
Me propongo hacer una reflexión crítica sobre cierto feminismo, lo que siendo hombre como es mi caso puede ser un problema. Solo pido un poco de comprensión con mis errores y que antes de acusarme de  defender el heteropatriarcado se argumenten las discrepancias de forma que todas y todos podamos aprender algo.
https://docs.google.com/forms/d/1L0_8hxvyOowegaQdDD5n841R_ptpJDRNCSV-jm5-sio/viewform

El hecho detonante que me lleva a esta reflexión es la convocatoria para los próximos 2, 3 y 4 de Octubre en Córdoba del III Encuentro estatal de Feminismos, que una compañera promocionaba en Facebook con la frase "Disfrutaremos de Talleres, Charlas, Convivencia y mucha SORORIDAD"
Para aquellos que no estén al corriente, "sororidad" hace referencia a la complicidad, a la unión femenina, del mismo modo que en su origen, en un mundo de hombres, la "fraternidad" fue masculina.
No era la primera vez que me tropezaba con la palabra, pero esta vez sabía algo nuevo, algo que aprendí por no callarme cuando oigo la vocecita de la prudencia. Gracias a haber manifestado mis diferencias sobre el estupendo artículo "Sin tetas no hay significante vacío" escrito desde una perspectiva feminista por mi compañera Rocío Medina, tuve la "suerte" de que me mandaran a leer sobre el tema. Lo cual es de agradecer, porque significa que no me consideran un caso perdido y que hay esperanzas de que aprenda algo. La lectura recomendada fue "Feminismo para principiantes" de Nuria Varela y una de las cosas interesantes que aprendí es que la palabra "Solidaridad" se considera una de las aportaciones feministas a la política, precisamente para evitar el sesgo masculino de la palabra "fraternidad". Yo, sin saberlo, ya solía escribir el famoso lema de la Revolución francesa como "Libertad, Igualdad y Solidaridad", porque creo que es la palabra actual que mejor representa la idea de apoyarnos unos a otros.
Y me encuentro con que algunas van más allá y se van al otro extremo, oponiendo su femenina "sororidad" a la masculina "fraternidad"
¿Y por qué me preocupo de esto?
Por un lado, porque desde que estoy en Podemos he aprendido que las palabras son mucho más importantes de lo que pensamos a menudo y por otro lado, porque yo soy feminista y no me gustaría nada que el feminismo, al menos alguna de sus ramas, acabara cayendo en los mismos malos usos que critica, pero en el otro extremo. No porque me sienta amenazado como hombre, sino porque da pie a los enemigos de la igualdad para atacar a todo el feminismo sin hacer distinciones.
Si el pasado fue de los hombres, el futuro no tiene que ser de las mujeres, como se dice a menudo, sino de todxs, hombres y mujeres.
Una feminista que me gusta mucho es June Fernández, porque le encanta reírse de los tópicos y poner a prueba las convicciones poco fundadas (como a mí, pero ella lo hace con arte). En el libro colaborativo "El relaxing café con leche y otros hitos de la marca España" se incluye un fantástico y divertido artículo suyo titulado "Machismo pata negra. Machismo is fun!" que me abrió los ojos, entre otras cosas, sobre los niveles de acoso que sufren la inmensa mayoría de las mujeres en la vida cotidiana. Y es necesario que sean mujeres las que hablen sobre estas cosas no solo entre ellas, también a los hombres. A mí jamás se me habría ocurrido pensar al subirme a un autobús que alguien fuera a manosearme si no me lo cuentan. Y el peligro más normal que me viene a la mente al pasar junto a una obra es que se les escape un ladrillo, no un exabrupto. Desde entonces soy mucho más consciente y vigilante y, por ejemplo, antes de decirle a una amiga o compañera de trabajo que el vestido o el peinado que lleva le favorecen mucho, me paro y pienso cómo hacerlo de forma que no lo interprete (y lo sufra) como un acoso o ataque machista. Otras veces me callo y los dos salimos perdiendo.

En ese artículo, June se ríe también de las feministas "amargadas" (sic) y establece una clasificación de los "machos contemporáneos" en cinco interesantes categorías: El políticamente incorrecto (no quiero ser uno de esos, por favor), el machitrol, el bien educado, el machista leninista (no hay asamblea en que falten), y el nuevo masculinista (puestos a elegir, me quedo con estos).  Tras ello, la autora reflexiona también sobre la actitud de superioridad que adoptan algunas mujeres al tratar estos temas, como si el tener el cromosoma Y (y lo que de él se descuelga) nos incapacitase a los hombres para entender y afrontar estos problemas.
Reconozco que en la denuncia de todos los machismos, los micro y los macro, a los hombres nos toca escuchar mucho y hablar poco, pero somos capaces (al menos algunos) de entenderlos y podemos y debemos participar en el análisis y, sobre todo, en las soluciones.
Si en el pasado hemos construido un mundo donde las mujeres no contaban para nada, aprendamos de nuestros errores y no prescindamos de la otra mitad en el futuro, ni provoquemos un frentismo en el que nos ataquemos intelectualmente en lugar de trabajar juntos y reconocernos iguales y distintos.
Así que esa es la reflexión que quería plantear. Si la cosa va de sororidad, compañeras, nos estáis dejando fuera y creo que en este caso es pertinente que un hombre (yo) llame la atención sobre el tema.
Al fin y al cabo, no solo de tetas vive el significante vacío.

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